Supuestos tempranos

Hace bastante tiempo ya que terminé de leer “La abolición del hombre”, de C. S. Lewis. Esta es la descripción de la obra:

En La abolición del hombre, la dotada pluma de C. S. Lewis se explaya acerca de los absurdos filosóficos de la primera modernidad y los peligros de la deshumanización en un área particularmente sensible: la educación de nuestros hijos.

Hoy releí el primer capítulo, y me encontré con pensamientos muy interesantes del autor. Todo parte del análisis que hace de un libro y de sus autores. Como oculta sus nombres, llama a estos señores Gayo y Tito, y a la obra analizada El libro verde.

Y es interesante porque analiza cómo este libro, que está destinado a escolares, a “niños y niñas que cursan sus últimos años de escuela”, tiene un profundo contenido filosófico, y no solo gramatical como sugeriría a quien los comprase, los padres del chico o el director del colegio, lo cual resultaría injusto para ellos. Es como si el chico volviera del dentista con los dientes intactos y la cabeza llena de ideas sobre política. Y como se trata de chicos, es decir, de personas sin un pensamiento crítico, Lewis señala la poca atención que le prestamos a los textos escolares.


Imaginen la siguiente escena de El libro verde que Lewis cita, teniendo en cuenta que esto está destinado a escolares: hay dos turistas presentes en una cascada. Uno la llamó “sublime” y el otro, “bonita”; Coleridge (uno de los dos) mentalmente aprobó el primer juicio y, con disgusto, rechazó el segundo. Gayo y Tito opinan lo siguiente: “Cuando el hombre dijo esto es sublime, pareciera referirse a la cascada […] En realidad […] no se refería a la casacada, sino a sus propios sentimientos. En efecto, lo que decía era tengo sentimientos asociados en mi mente a la palabra ‘sublime’, es decir, tengo sentimientos sublimes […] Esta confusión está siempre presente en el lenguaje, en el uso habitual que hacemos de él. Parecemos estar diciendo algo muy importante sobre una cosa y, en realidad, sólo decimos algo sobre nuestros propios sentimientos”.

Si tomáramos estas afirmaciones de Gayo y Tito y las aplicáramos consecuentemente a todo, llegaríamos a obvios absurdos. Nos veríamos obligados a afirmar que la frase tu eres despreciable significa tengo sentimientos despreciables, pero de hecho, tus sentimientos son despreciables significaría mis sentimientos son despreciables. Incluso, al afirmar “esto es sublime”, los sentimientos de fondo, en realidad, son casi contrarios a los que, según Gayo y Tito, tenemos asociados en nuestra mente al hacerlo. Son de veneración, de humildad. No “sentimientos sublimes”. Pero lo más interesante no es esto.

¿Qué puede producir en la cabeza de un chico, que se encuentra lejos de la edad donde puede razonar, al leer estas ideas?. Como dice Lewis, “creerá dos proposiciones: primero, que todas las frases que contienen un predicado de valor son afirmaciones o negaciones acerca del estado emocional del hablante, y segundo, que todas estas afirmaciones y negaciones carecen de importancia”. Ya que si bien Gayo y Tito no se extienden más, dejan al alumno la tarea de aplicar por sí mismos este análisis a todos los predicados de valor. Sus palabras son que “parecemos estar diciendo algo muy importante” cuando, en realidad, “sólo decimos algo sobre nuestros propios sentimientos”. Ningún escolar será capaz de resistirse a la influencia que puede ejercer sobre él esa palabra solo.

Obviamente que el chico no va a realizar “una inferencia consciente a una teoría filosófica general de que todos los valores son subjetivos y triviales”, porque se trata justamente de un chico, y en esto está el poder de Gayo y Tito. Pero al estar sentado frente a este libro, “haciendo” su “tarea de lengua”, ni siquiera sospecha que “la ética, la teología y la política están en juego”. “No le están inculcando una teoría, sino un supuesto”. Imagínense ese chico dentro de diez años (ya ha olvidado el origen de este supuesto y es inconsciente de su presencia), cuando los padres le digan “no hagas esto, no es bueno”, “no te portes como hoy, a los mayores se los trata así”, “esto es lo verdadero”, “esto no es natural”.

Lo que a mí me deja pensando es lo siguiente: primero, la importancia de la educación desde los primeros años. La mente de los chicos es una esponja en la infancia. Segundo, este libro de Lewis se publicó en 1943. En este primer capítulo, se pregunta sobre las intenciones que tuvieron Gayo y Tito para escribir el “El libro verde”. Supone, primero, que Gayo y Tito no comprendían del todo lo que estaban haciendo, ni era su intención producir estas consecuencias en los chicos. Pero hay otra posibilidad: quizá su intención es borrar los valores tradicionales y comenzar con un conjunto nuevo. A esto lo analiza más adelante, pero hoy, en 2010, no es difícil arriesgarse a decir que es muy probable que esa haya sido la intención, y que autores como Gayo y Tito han conseguido bastante éxito.