Cuando los sueños no se hacen realidad

Hoy estuve mirando en TED una charla de Lisa Bu, sobre la importancia de leer. En los seis minutos que dura la charla, con las palabras, los gestos y los ojos brillantes, nos cuenta cómo los libros la han empujado hacia adelante en la vida.

Los libros le han regalado la «mágica» posibilidad de conectarse con gente del pasado y del presente. En ellos ha encontrado las palabras que la movieron a ser una mujer independiente y no sumisa, a ser eficiente, a tener otra mirada sobre su país. En la Biblia encontró la «revelación» para recomenzar la relación con sus padres: “Honra a tu padre y a tu madre”, que es mucho más que “obedecerlos”.

Pero de todo lo que transmitió, lo que más me gustó fue la fuerza de su deseo, su insatisfacción. Su sueño en la vida era ser una cantante de ópera. A los 15 años, luego de varios intentos y obstáculos, se dio cuenta que ya era demasiado tarde para ver su sueño hacerse realidad algún día. Su máxima aspiración en la vida se había hecho «añicos». Lo único que le quedaba ahora era el miedo a esperar, como máximo, una felicidad de «segunda categoría» en la vida.

Y podía haberlo hecho. Hubiera podido quedarse con esa felicidad de baja calidad aspirando, por ejemplo, a un «trabajo seguro y bien pago», como firmemente le habían aconsejado sus padres. Ya no podía pretender alcanzar su sueño de ser cantante, pero la resignación no la dejó satisfecha, algo la siguió moviendo por dentro. Hoy es feliz «la mayor parte del tiempo» y vive con un propósito. No cumplió su sueño de chica, pero es que «el objetivo de los sueños», dice, «no siempre es hacerse realidad». Incluso un sueño «destrozado» puede hacernos pensar sobre cual es el origen de la felicidad, y éste es su «más importante propósito».

Juan, el almacenero del barrio, una vez me dijo que para ser feliz hay que «leer, leer». Quizá debamos agregar que la felicidad llega para quien no se cansa de «desear, desear».