Ese culto del trabajo bien hecho

Qué bueno fue leer esto, de Charles Péguy, sobre el trabajo. Es una mirada tan nueva hoy, y sin embargo tan antigua. Es así, tal cual. Porque mi viejo y mi vieja me comunicaron lo mismo. Porque sus viejos, mis abuelos, les comunicaron lo mismo.

Justo hoy lo leo, domingo. No se puede arrancar la semana, empezar el lunes, sin un renovado entusiasmo.

Se crea o no, nosotros hemos sido criados en el seno de un pueblo alegre.

Se crea o no, es lo mismo, hemos conocido obreros que tenían ganas de trabajar. Hemos conocido obreros que, al despertar, sólo pensaban en el trabajo. Se levantaban en la mañana —y a aquella hora— cantando con la idea de ir al trabajo. Y cantaban a las once, cuando se preparaban para comer su sopa. En el trabajo estaba su alegría y la raíz profunda de su ser. Y la razón misma de su vida.

Hemos conocido ese culto del trabajo bien hecho perseguido y cultivado hasta al escrúpulo extremo. He visto, durante toda mi infancia, empajar sillas con el mismo idéntico espíritu, y con el mismo corazón, con los cuales aquel pueblo había tallado las propias catedrales.
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