La dama en el agua


Hace doce años escribí algo muy corto sobre esta película: que me había fascinado. Nunca entendí bien por qué. Hago un intento en esta nueva entrada.

Actúan Paul Giamatti y Bryce Dallas Howard, y la música es de James Newton Howard. M. Night Shyamalan es su escritor y director, conocido por dirigir El sexto sentido, El protegido (Unbreakable, en inglés), La aldea y varias otras películas de renombre. Pero La dama en el agua no es una de ellas. Siendo un fracaso en términos financieros, ha sido criticada por factores que una persona con más conocimientos sabrá describir mejor que yo; pero lo que me llamó poderosamente la atención es que algunos la hayan catalogado como una comedia en lugar de un drama. Hace poco encontré una entrevista al director luego del décimo aniversario de la película. Ante la pregunta obvia, responde no solo que ama esta obra suya, sino que agrega que, si su casa estuviera quemándose y cayéndose a pedazos, La dama sería una de las dos películas que rescataría.

En uno de los tantos momentos emotivos de la historia, el señor Leeds, un hombre extraño que pasa la mayoría de sus días frente a un televisor escuchando las noticias de un mundo que parece caerse a pedazos, se encuentra con quizá el personaje principal: Cleveland Heep. Y le hace una pregunta que muchos podrían catalogar sin sentido, o incluso filosófica o teológica, si no fuera que el destinatario es un hombre que ha perdido a su esposa e hijas a manos de un asesino en su propia casa y, siendo médico, termina trabajando como conserje en un edificio de Philadelphia con una vida sin el más mínimo rastro de sentido. «¿Merece el hombre ser salvado?». Lo que escucha lo sorprende: «Sí», responde el encargado de la limpieza, para quien la palabra salvación está cargada de significado.

La historia que de manera impredecible está viviendo Cleveland parece ser una vieja historia, una historia contada desde hace tiempo atrás, con personajes que tienen roles fundamentales pero que ellos mismos desconocen. El conserje sabe que existen, pero, al no tener forma de identificarlos, acude a un «experto»: el señor Farber, un crítico de cine para quien todas las historias son aburridas, porque «uno tristemente debe resignarse a que ya no hay nada original». Los consejos del especialista parecen ayudar a Cleveland a entender quién es quién en la historia, al punto de llegar a ser casi algo obvio. Uno de estos roles es el del «intérprete», aquel que sabe qué hacer en los momentos difíciles y que, según Farber, resulta obvio que debería ser alguien con habilidades para los acertijos y las preguntas difíciles. Sin embargo, más tarde descubren que estas habilidades las tiene alguien que simplemente (como si fuera poco) encuentra significado y sabe leer los acontecimientos más sencillos y cotidianos de la vida.

La primera vez que me topé con la película leí la sinopsis, una historia descabellada que casi me disuade de verla: el conserje de un edificio en Philadelphia encuentra una narf o ninfa en la pileta del lugar. Este ser misterioso tiene la misión de encontrarse con alguien en el mundo de los hombres, un encuentro que hace que esta persona retome con una renovada inspiración y de forma mucho más clara aquello a lo que está llamada a hacer: escribir un libro que luego será la semilla de grandes cambios sociales. Pero nadie sospecha que su vida tiene un propósito claro y sorprendente, ni la propia Story, que descubre que su misión es más que entregar un mensaje. Antaño esta relación entre los hombres y estos seres del agua era cercana. No obstante, el hombre, dice la historia, no sabe escuchar bien, se distrae con cosas sin importancia y se corrompe; pero desde el comienzo la película deja en claro que estos personajes, que no dejan de ser un misterio, intentan acercarse una y otra vez. El hombre no está solo, a pesar de todas sus fallas, errores, olvidos.

La película termina con esta dedicatoria:

A mis hijas,
Les contaré esta historia una vez más.

Pero luego váyanse a dormir.

Una y otra vez le habrán pedido sus hijas que les cuente esta historia, una historia inimaginable, impredecible. Cleveland tuvo un encuentro que le cambió radicalmente la vida. Estaba perdido, pero nadie le va a quitar el acontecimiento que significó para él haberse encontrado con Story; y, seguramente, cuando lo cuente muchos le dirán que está loco, pero otros no. Me resulta imposible no relacionar esta historia con otras: ¿qué opinarían los críticos de cine como Farber sobre la historia de un hombre cualquiera que, siendo condenado al mismo tipo de muerte que recibían los últimos de entre los más despreciables, no solo haya dicho que él representaba la salvación para los hombres, sino que era el mismo Dios, el Misterio hecho hombre? Y, sin embargo, este hecho cambió la historia del mundo, cambió mi historia:

Juan y Andrés, y aquellos doce, Simón y los demás, se lo dijeron a sus mujeres, y algunas de esas mujeres se fueron con ellos. También se lo dijeron a otros amigos. Y esos amigos se lo dijeron a otros amigos, y luego a otros amigos, y más tarde a nuevos amigos aun. Así pasó el primer siglo, y estos amigos llenaron de su fe el siglo segundo al tiempo que también llenaban geográficamente el mundo. Llegaron hasta España a finales del siglo primero y hasta la India en el siglo segundo. Y luego los del siglo segundo se lo dijeron a otros que vivieron después de ellos, y estos a otros, como una gran corriente que se fue agrandando, como un gran río que crecía, hasta que llegaron a decírselo a mi madre, ¡a mi madre! Y mi madre me lo dijo a mí cuando era pequeño, y yo también digo: «Maestro, tampoco yo comprendo lo que dices, pero si nos vamos de tu lado, ¿adónde iremos? Solo tú tienes palabras que corresponden al corazón».

Luigi Giussani