«Los votantes son todos iguales»

Dentro de unos meses, el 22 de octubre, en Argentina habrá elecciones legislativas y antes, el 13 de agosto, serán las PASO, donde los argentinos eligen a los precandidatos a diputados y senadores. Ante una elección, de cualquier naturaleza y más al ser importante para la vida de uno (o de varios, como en este caso), es natural que se evalúen las diferentes alternativas que se tienen, y lo que implicaría inclinarse por una de las opciones en lugar de las otras. Sin embargo, como paso paralelo a todo esto, uno no puede dejar de aprender y cambiar, si es necesario, su forma de evaluar las opciones, y esto se apoya directamente en la experiencia. En el primer caso uno evalúa las opciones (las ofertas laborales, una decisión técnica, la carrera universitaria a seguir, si tener o no tener hijos, los candidatos); en el segundo uno se evalúa a sí mismo (como profesional, como padre, como ciudadano). Sin esta segunda tarea, que es personal, no hay crecimiento.
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Curiosidad

El motor de la ciencia es la curiosidad con las preguntas constantes: “¿Y eso cómo es?”, “¿en qué consiste?”, “¿cómo funciona?”. Y lo más fascinante es que cada respuesta trae consigo nuevas preguntas. En eso los científicos le llevamos ventajas a los exploradores: cuando creemos haber llegado a la meta anhelada, nos damos cuenta de que lo más interesante es que hemos planteado nuevos problemas para explorar.

César Milstein (Argentina, 1927 – Reino Unido, 2002), Premio Nobel de Medicina 1984.

Subdesarrollo

Acabo de leer esta entrevista a José Ignacio De Mendiguren, sobre el desarrollo argentino. No podemos depender toda la vida de cuánto cotiza la soja. Nuestro problema es el subdesarrollo (la falta de trenes, rutas, tecnología, etc), no el tipo de cambio.

El diputado massista termina diciendo:

Cuando un europeo ve un camión de maíz, no ve un granito de dos por dos sino cuántas proteínas o biocombustible puede hacer. Él tiene la plata para hacer la planta de biocombustible y poner los criaderos de cerdo, lo que no puede es tener el granito porque para eso hace falta tierra y agua. Si vos tenés eso y se lo das a otro para que lo transforme, sos muy ganso.

Abrir los ojos

—El gato era un gato común, sin más. Los demás esperaban ver una bestia fabulosa, y eso fue lo que vieron. […]
—Tú viste lo que había allí —contestó Arya tras meditar un instante.
—Exacto. Abrir los ojos es lo único necesario. El corazón miente y la mente engaña, pero los ojos ven. Mira con los ojos. Escucha con los oídos. Saborea con la boca. Huele con la nariz. Siente con la piel. Y no pienses hasta después, y así sabrás la verdad.
—Bien —sonrió Arya.
Syrio Forel también se permitió sonreír.

El camino

Que bueno fue leer esto hoy. Abajo les dejo un resumen con algunas citas, pero el texto completo está en este enlace.

«”Existe un punto de llegada, pero ningún camino” (Kafka). Es innegable: hay algo ignoto. Los geógrafos antiguos trazaban prácticamente una analogía entre lo ignoto y la famosa “terra incognita” que cerraba sus grandes mapas; en los márgenes del pergamino señalaban: tierra desconocida. En los márgenes de la realidad que el ojo abarca, que el corazón siente, que la mente imagina hay algo ignoto. Todos lo sienten. Todo el mundo lo ha sentido siempre».

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Balotaje 2015

El próximo 22 de noviembre los argentinos vamos a votar para elegir a nuestro próximo presidente. Hace poco compartí en Facebook un artículo de Adolfo Pérez Esquivel donde, luego de repasar algunos hechos que él considera importantes, afirma que votará por Daniel Scioli.

En dicho post unos amigos dejaron unos comentarios con algunas opiniones. Les comparto la respuesta que yo puse, porque creo que logré resumir bastante mis ideas sobre esta cuestión. Les agradecería mucho si tienen algo para compartir, con la idea que sea, voten a quién voten. Me interesa muchísimo.

Les dejo, entonces, mi opinión.
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París, Chesterton y los coches de alquiler

Esta semana fui al médico. La última vez que nos vimos, me contó que se iría de vacaciones, así que, no bien llegué, le pregunté cómo le había ido. «No me quería volver», me dijo entre risas. Igual que un amigo. La última vez que nos vimos, me comentó de la «angustia» de volver de las vacaciones. Y lo mismo me pasa a veces, también en estos fines de semana largos.

Más allá de las respuestas estándares que todos damos («¿Cómo andás?», «Muy bien»; «¿Qué tal el finde?», «Tranqui»; «¿Qué tal tu día?», «Laburando como loco»; etc.), me parece que sería ingenuo no ver que, a veces, hay algo más detrás de ellas: «Me encantaría vivir de vacaciones, no tener que volver al sufrimiento del trabajo diario y rutinario»; «Siempre estoy bien, qué se yo; mi vida es así, no pasa nada especial»; «El trabajo es lo único que tengo, no sé qué haría sin él». Pero lo sorprendente no son estas respuestas, que todos damos, sino lo que viene después: nada, no muevo un pelo, me quedo tranquilo y la vida sigue. ¡Cuántas veces hacemos esto! Me recuerda a la terrible historia de Frank y April Wheeler en Revolutionary Road, una película basada en la novela de Richard Yates.
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