El Matrimonio

Recién terminamos la reunión de comunidad en mi departamento. Hablamos sobre los distintos estados de vida que hay en la Iglesia, ya que nos tocó realizar el 3er encuentro del Proyecto Vocacional 2009, que tenía como título ¿Dónde hacemos concreta nuestra entrega?

Esos tres estados de vida son el Matrimonio, el Sacerdocio y la Vida Consagrada. Me encantó el texto que hablaba sobre el sacramento del Matrimonio, y quería compartirlo con ustedes. Ahí va.

Y así resulta que tú eres para mí el sacramento, la posibilidad de encuentro con el amor de Dios, y yo lo soy para ti. Es Él quien en mí te ama, te comprende, te perdona… Y nunca soy más yo, más plenamente yo, que cuando es Él quien con mi vida, mis manos, mis labios y mi corazón se acerca a ti.

Y no termina aquí la realidad de este sacramento. Tú y yo, marido y mujer, somos sacramento para nuestros hijos. El primer “lugar” desde el que nuestro buen Dios se les va a acercar, les va a llamar, bendecir, proteger, hacer libres…

Y aún más: nuestro hogar, esta “primera” Iglesia, deberá ser para cuantos allí lleguen, posibilidad de encuentro con Dios. Un “lugar” desde el que nuestro Señor pueda acoger, comprender, escuchar y atender a cuantos vengan.

Él será en mí para ti la fuerza del don sin reservas, del perdón permanente, de la comprensión y de la ternura, de la exigencia y de la fidelidad. Él será en mí todo para ti y en ti todo para mí. El será cada día en mí una nueva oportunidad para ti, porque Él en mí siempre cree en ti y te espera y te ama.

Y los dos lo seremos para nuestros hijos y nuestro hogar lo será para todos.

Fides et ratio

Hace un tiempo comencé a leer la Carta Encíclica de Juan Pablo II Fides et ratio, “La fe y la razón”. Me gustó muchísimo y me gustaría compartir con ustedes algunos párrafos, los que más me llamaron la atención.

En realidad esos “algunos” párrafos terminaron siendo “muchos”. Lo que pasa es que el documento está muy bueno 🙂 Así que para los que no van a leer completamente este post, quisiera que por lo menos lean unas palabras de San Agustín que el Papa cita:

«El mismo acto de fe no es otra cosa que el pensar con el asentimiento de la voluntad […] Todo el que cree, piensa; piensa creyendo y cree pensando […] Porque la fe, si lo que se cree no se piensa, es nula»

De todas formas esa es una pequeña parte de un gran razonamiento del Pontífice sobre la relación entre Fe y Razón. Los que estudian filosofía o teología lo van a disfrutar mucho más que yo. La idea del post es que estas personas, o cualquier otra interesada en estas cuestiones que tienen que ver con las preguntas últimas del hombre, no lleguen a terminar de leerlo, sino que más bien bajen el documento de Juan Pablo II, lo impriman y lo lean completo. La Encíclica comienza así:

La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo (cf. Ex 33, 18; Sal 27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3; Jn 14, 8; 1 Jn 3, 2).

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A los que están caminando lejos…

Si pensábamos que la santidad es para personas raras que se pasan todo el día rezando, definitivamente San Agustín es un contraejemplo. No podríamos creer que se trata de un santo si observáramos su vida anterior a su conversión al cristianismo. Más que su extraordinaria inteligencia, tenía algo clave: un corazón inquieto, siempre en busca de la verdad.

En el retiro que hice este fin de semana me encontré con un libro sobre él, “Los cinco minutos de San Agustín”, con pensamientos suyos para todos los días del año. En la contraportada leí una frase suya que automáticamente hizo que lo compre. Además, ahora que lo pienso, nunca me puse a leer algo de San Agustín.

Dame personas enamoradas: ellas entienden lo que yo digo.
Dame los que anhelan; dame los que tienen hambre;
dame a los que están caminando lejos, en el desierto,
que tienen sed y suspiran por la fuente del país eterno.
Dame este tipo de personas: son los que yo comprendo.

Lo próximo a leer de uno de los más importantes Padres de la Iglesia latina son sus Confesiones.

La Iglesia y el preservativo

En este viaje papal al África se ha hablado mucho sobre la posición de la Iglesia Católica sobre el preservativo como una forma de evitar el SIDA. Hoy leía esta nota en LANACION, titulada “Críticas al Papa por oponerse al preservativo”.

Los periódicos, definitivamente, no son una fuente muy confiable para saber con claridad qué es lo que enseña la Iglesia. Como decía el Cardenal Bertone, no es que en ellos no haya cobertura sobre asuntos religiosos, lo que no hay es calidad. Y justamente al leer este artículo en la LANACION, da la sensación de que la Iglesia dice que si un hombre va a acostarse con una prostituta, entonces no debe usar preservativo. Es grande la superficialidad con la que los medios han informado sobre las palabras dichas por Benedicto XVI en el avión que lo llevaba a Camerún.

Las mejores armas para combatir el SIDA, según la Iglesia, son la fidelidad conyugal, la abstinencia de relaciones sexuales fuera del matrimonio y la monogamia. La solución no es repartir profilácticos y dar una falsa sensación de seguridad, sino educar y enseñar en lo sexual. La solución, como dice el Papa, es “humanizar la sexualidad”, “renovar al hombre interiormente”. Todo esto es lo que enseña la Iglesia. No dice que se pueden mantener todo tipo de relaciones promiscuas a condición de no usar el preservativo. Si dejamos de cumplir algo de esto, dejamos de cumplir todo. Si desoímos lo que enseña, por ejemplo, sobre relaciones prematrimoniales, y no usamos el preservativo, no estamos cumpliendo lo que ella dice.

Por eso siempre me pareció increíble que culpen a la Iglesia por los enfermos de SIDA o por promoverlo. Es como creer que alguien que tiene relaciones con cualquier persona, que nunca escucha las enseñanzas de la Iglesia, sí la escucha en no usar el preservativo. A mayor contacto sexual hay mayores posibilidades de contagio. Es un error hacerle creer a la gente (especialmente a los jóvenes) que por usar preservativo no hay posibilidades de enfermarse.

Como dice el doctor José María Simón Castellví, presidente de la Federación Internacional de Médicos Católicos, para entender lo que enseña la Iglesia sobre el preservativo, es necesario comprender qué es el amor. Esto mismo es lo que les decía el Papa a los periodistas, aunque este tipo de palabras nunca aparece en los artículos periodísticos.

Castellví, en la nota citada, menciona un caso histórico:

En Yaundé, Camerún, en 1993, se celebró la VII Reunión Internacional sobre el Sida con expertos médicos y sanitarios. Fue una reunión en la que participaban unos trescientos congresistas y, se distribuyó al final, un cuestionario para que se indicase, entre otras cosas, si se había tenido relaciones sexuales durante los tres días que duró la reunión con personas que no fuesen pareja estable.

De los encuestados, el 28% contestó que sí, y de éstos, una tercera parte dijo que no había tomado “precaución” alguna para evitar contagios.

“Si esto ocurre entre personas ‘concienciadas’, ¿qué ocurrirá entre la gente normal?”, se pregunta.

¿Quién era ese?

El miércoles de Ceniza comenzó la Cuaresma. Para los católicos, éste es un tiempo de preparación para la Pascua. Es un tiempo especial que marca la Iglesia para cambiar y ser mejores, y así vivir más cerca de Cristo. Uno de los medios concretos que la Iglesia propone para esto es la limosna (además del ayuno y la oración). Y en este post quería comentar brevemente sobre ella.

¿Cuántas veces nos encontramos en la calle con gente que nos pide dinero? Muchas. Y en ese momento se nos vienen a la mente un sinúmero de teorías: los chicos están mandados por los padres que después gastan el dinero en bebida por ejemplo, o que en realidad, calculando lo que piden en los semáfaforos y los cambios de luces que hay en éste, ganan bastante bien. Finalmente decidimos no darles nada con la conciencia tranquila por haber evitado, en realidad, un daño.

Todas esas teorías pueden ser ciertas. Pero también hay razones para dar. También es cierto que hay gente que pide para poder comer algo ese día y quizá nosotros se lo estemos negando. O para mantener a sus hijos. O para ayudar con lo poco que llevan los padres a la familia.

Recién termino de leer este artículo del padre Carlos Skertchly. Los cristianos, más allá de las razones que nombré antes para sí dar, tenemos una razón mucho más fuerte y poderosa. El Evangelio de hace unos días nos decía (Mateo 25, 35 en adelante):

[…] Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos habriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”. Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.

Desde la fe sabemos claramente quiénes son esas personas que pasan junto a nosotros y nos piden: Cristo mismo. Skertchly termina su artículo preguntándose cuándo debemos dar limosna:

¿Cuándo darla? ¿a quiénes darla? No te preocupes demasiado. Te lo dirá el corazón cuando en aquel niño malvestido y sucio de la cara, o en aquella ancianita de mirada dulce puedas ver el rostro de Cristo que te dice: “Tengo sed. Dame de beber…”

Opción por la racionalidad


Reflexionemos ahora sobre qué es la matemática: de por sí, es un sistema abstracto, una invención del espíritu humano que como tal, en su pureza, no existe. Siempre es realizado de forma aproximada, pero, como tal, es un sistema intelectual, es una gran invención –una invención genial- del espíritu humano. Lo sorprendente es que esta invención de nuestra mente humana es realmente la clave para comprender la naturaleza, que la naturaleza está realmente estructurada de modo matemático, y que nuestra matemática, inventada por nuestro espíritu, es realmente el instrumento para poder trabajar con la naturaleza, para ponerla a nuestro servicio, para servirnos de ella mediante la técnica.

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El sufrimiento

Estos días terminé de leer un capítulo de Crónicas de Narnia, La silla de plata, donde se narra un episodio que me movió a escribir este post. En muchas historias aparecen personajes que me dejan pensando, y despiertan en mí un gran interés y curiosidad. Es el caso de Ivy Walker y Lucius Hunt en La Aldea o de Mr. Leeds en La Dama en el Agua.

En esta historia que transcurre en Narnia, ese personaje es Charcosombrío, un meneo de la Marisma, que resulta al principio un poco pesimista, pero a veces parece ser el más sensato. Dada una situación, se imagina siempre lo peor que pueda pasar, pero le pone la mejor cara. Más adelante Jill le dirá: “… hablas como si tuvieras miedo de todo, cuando en realidad eres tan valiente como… como un león”.

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