La dama en el agua


Hace doce años escribí algo muy corto sobre esta película: que me había fascinado. Nunca entendí bien por qué. Hago un intento en esta nueva entrada.

Actúan Paul Giamatti y Bryce Dallas Howard, y la música es de James Newton Howard. M. Night Shyamalan es su escritor y director, conocido por dirigir El sexto sentido, El protegido (Unbreakable, en inglés), La aldea y varias otras películas de renombre. Pero La dama en el agua no es una de ellas. Siendo un fracaso en términos financieros, ha sido criticada por factores que una persona con más conocimientos sabrá describir mejor que yo; pero lo que me llamó poderosamente la atención es que algunos la hayan catalogado como una comedia en lugar de un drama. Hace poco encontré una entrevista al director luego del décimo aniversario de la película. Ante la pregunta obvia, responde no solo que ama esta obra suya, sino que agrega que, si su casa estuviera quemándose y cayéndose a pedazos, La dama sería una de las dos películas que rescataría.
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«Los votantes son todos iguales»

Dentro de unos meses, el 22 de octubre, en Argentina habrá elecciones legislativas y antes, el 13 de agosto, serán las PASO, donde los argentinos eligen a los precandidatos a diputados y senadores. Ante una elección, de cualquier naturaleza y más al ser importante para la vida de uno (o de varios, como en este caso), es natural que se evalúen las diferentes alternativas que se tienen, y lo que implicaría inclinarse por una de las opciones en lugar de las otras. Sin embargo, como paso paralelo a todo esto, uno no puede dejar de aprender y cambiar, si es necesario, su forma de evaluar las opciones, y esto se apoya directamente en la experiencia. En el primer caso uno evalúa las opciones (las ofertas laborales, una decisión técnica, la carrera universitaria a seguir, si tener o no tener hijos, los candidatos); en el segundo uno se evalúa a sí mismo (como profesional, como padre, como ciudadano). Sin esta segunda tarea, que es personal, no hay crecimiento.
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Porque viven desesperados por la realidad

Acabo de ver una gran entrevista a Ernesto Sábato, un escritor argentino que publicó, entre otras, El Túnel, una novela destacada por otros importantes escritores como Albert Camus, Thomas Mann, y Graham Greene. Luego de obtener un doctorado en física, termina abandonando la ciencia y el comunismo para dedicarse a la escritura y más tarde a la pintura.

Una vez un estudiante le preguntó acerca de algunos aspectos sociológicos e históricos de otro de sus libros (Sobre Héroes y Tumbas). Sábato respondió que «una gran novela es aquella que considera las grandes características del hombre: sus preguntas sobre Dios, la soledad, el rencor, la envidia, el amor, el problema de la muerte. Estos aspectos son eternos, y a eso es a lo que el Eclesiastés se refiere cuando dice que “no hay nada nuevo bajo el Sol”; el corazón del hombre es eterno. Todos los otros aspectos en una gran novela, aquellos sociológicos e históricos, son casi un pretexto».
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Curiosidad

El motor de la ciencia es la curiosidad con las preguntas constantes: “¿Y eso cómo es?”, “¿en qué consiste?”, “¿cómo funciona?”. Y lo más fascinante es que cada respuesta trae consigo nuevas preguntas. En eso los científicos le llevamos ventajas a los exploradores: cuando creemos haber llegado a la meta anhelada, nos damos cuenta de que lo más interesante es que hemos planteado nuevos problemas para explorar.

César Milstein (Argentina, 1927 – Reino Unido, 2002), Premio Nobel de Medicina 1984.

Ese culto del trabajo bien hecho

Qué bueno fue leer esto, de Charles Péguy, sobre el trabajo. Es una mirada tan nueva hoy, y sin embargo tan antigua. Es así, tal cual. Porque mi viejo y mi vieja me comunicaron lo mismo. Porque sus viejos, mis abuelos, les comunicaron lo mismo.

Justo hoy lo leo, domingo. No se puede arrancar la semana, empezar el lunes, sin un renovado entusiasmo.

Se crea o no, nosotros hemos sido criados en el seno de un pueblo alegre.

Se crea o no, es lo mismo, hemos conocido obreros que tenían ganas de trabajar. Hemos conocido obreros que, al despertar, sólo pensaban en el trabajo. Se levantaban en la mañana —y a aquella hora— cantando con la idea de ir al trabajo. Y cantaban a las once, cuando se preparaban para comer su sopa. En el trabajo estaba su alegría y la raíz profunda de su ser. Y la razón misma de su vida.

Hemos conocido ese culto del trabajo bien hecho perseguido y cultivado hasta al escrúpulo extremo. He visto, durante toda mi infancia, empajar sillas con el mismo idéntico espíritu, y con el mismo corazón, con los cuales aquel pueblo había tallado las propias catedrales.
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Subdesarrollo

Acabo de leer esta entrevista a José Ignacio De Mendiguren, sobre el desarrollo argentino. No podemos depender toda la vida de cuánto cotiza la soja. Nuestro problema es el subdesarrollo (la falta de trenes, rutas, tecnología, etc), no el tipo de cambio.

El diputado massista termina diciendo:

Cuando un europeo ve un camión de maíz, no ve un granito de dos por dos sino cuántas proteínas o biocombustible puede hacer. Él tiene la plata para hacer la planta de biocombustible y poner los criaderos de cerdo, lo que no puede es tener el granito porque para eso hace falta tierra y agua. Si vos tenés eso y se lo das a otro para que lo transforme, sos muy ganso.

Las estatuas vestidas y los hombres desnudos

Hoy leía la opinión de Mario Vargas Llosa sobre «la decisión del gobierno italiano de tapar las figuras desnudas en los Museos Capitolinos durante la visita del presidente iraní», y así «no incomodar a su huésped, Hasan Rohani», que venía acompañado de varios empresarios para firmar unos contratos por 17.000 millones de euros. En una parte el premio Nobel dice:

Se trata, en verdad, de una actitud vergonzante y acomodaticia que parece dar la razón a los fanáticos que, en nombre de una fe primitiva, obtusa y sanguinaria, se creen autorizados a imponer a los otros sus prejuicios y su cerrazón mental, es decir, aquella mentalidad de la que la civilización occidental se fue librando -y librando al mundo- a lo largo de una lucha de siglos en la que cientos de miles, millones de personas se inmolaron para que prevaleciera la cultura de la libertad […]

Pero fue en nuestra civilización occidental, precisamente en la entrega del Balón de Oro, donde recientemente fuimos testigos de la ridícula censura de la FIFA en el video de Neymar, cuando festejaba el título de la Liga de Campeones. Y el argumento fue el mismo que usó el gobierno italiano: «el respeto» hacia el otro, un supuesto otro que no tolera ver una vincha con el texto “100% Jesús” en la frente de un jugador.

«Nuestra cultura», dice el escritor peruano en el artículo, «es lo que somos, nuestra mejor credencial, no hay razón alguna para ocultarla. Al revés: hay que lucirla y exhibirla». Pero si esto es así para «la cultura», nuestra cultura, cuánto más para el propio yo que muchas veces expresa su deseo y su búsqueda de felicidad, y la alegría de haber encontrado una respuesta, en un gesto religioso. Esto es más mío que la cultura. Y de hecho, gracias a estos gestos públicos yo también he encontrado respuestas. El falso respeto nos hace ser ridículos. Vestimos a las estatuas y les pedimos a los hombres que se desnuden.