La nota de la vida

(…)

Había escuchado muchísimas veces “La gota” de Chopin, porque le gustaba mucho a mi padre. Y también a mí, a medida que me hacía mayor – nueve años, diez años… -, me empezó a gustar, porque la melodía que está en primer plano es fácil de entender y es muy agradable. En un primer momento se me imponía la sugestividad de la música que aparece en primer plano. Pero después de decenas y decenas de veces de haberlo escuchado, una vez, mientras estaba sentado en el salón, mi padre puso otra vez esta pieza: de repente me dí cuenta que no había comprendido nada de lo que era la Gota. (…)

De hecho el verdadero tema de la pieza no era la música que estaba en primer plano, aquella melodía inmediata, tierna y sugestiva: (…) su significado verdadero era algo aparentemente monótono, tan monótono que se reducía a una sola nota que se repetía continuamente, con algunas ligeras variaciones, desde el principio hasta el final. Pero cuando un hombre se da cuenta de esta nota es como si el resto pasara a segundo plano (…) Aquel día comprendí, sin poderlo expresar con palabras; intuí de qué se trataba. Me dije a mí mismo “¡Así es la vida!”. El pasaje de Chopin es bellísimo porque es símbolo de la vida.

En la vida el hombre está recorrido por las cosas que lo enternecen y le atraen más instintivamente, que le gustan, que le son de provecho. En suma, domina lo instintivo, lo inmediato, lo fácil, lo arrollador. Y sin embargo la música está más allá de la música que está en primer plano: es una sola nota desde el principio hasta el fin, desde que se es joven hasta que se llega a viejo. ¡Una sola nota! Cuando uno se da cuenta de esta nota, ya no la pierde jamás, no puede perderla ya: permanece como una fijación, pero es la fijación que hace al sabio. Es la fijación que hace al hombre: el deseo de la felicidad.

Luigi Giussani

Un genio que ayuda a entender a otro genio. Me encantó este texto de Giussani. Les dejo abajo el texto completo, por si lo quieren leer sin perderse ningún detalle.

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¿Una luz ilusoria?

[…]

2. Sin embargo, al hablar de la fe como luz, podemos oír la objeción de muchos contemporáneos nuestros. En la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto, ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva forma. En este sentido, la fe se veía como una luz ilusoria, que impedía al hombre seguir la audacia del saber. El joven Nietzsche invitaba a su hermana Elisabeth a arriesgarse, a «emprender nuevos caminos… con la inseguridad de quien procede autónomamente». Y añadía: «Aquí se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga»[3]. Con lo que creer sería lo contrario de buscar. A partir de aquí, Nietzsche critica al cristianismo por haber rebajado la existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida. La fe sería entonces como un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro.

[3] Brief an Elisabeth Nietzsche (11 junio 1865), en Werke in drei Bänden, München 1954, 953s.

Qué bueno encontrarse con Ratzinger. Fue lo primero que pensé al leer este fragmento de Lumen Fidei, la cual fue escrita en gran parte por él. Es que representa, por lo menos para mi, una bocanada de aire fresco. Me pregunto qué tipo de textos vamos a comenzar a leer con Francisco en las próximas encíclicas y documentos.

“¿Podemos todavía creer? … El cristiano de hoy tiene que hacerse estas preguntas y no debe contentarse con comprobar que, a pesar de las amenazas y cambios, siempre hay a la mano una interpretación del cristianismo que no escandaliza”, decía en Introducción al cristianismo. Es que Ratzinger era capaz de llegar a agnósticos y ateos como Mario Vargas Llosa, que destacaba las “novedosas y audaces reflexiones” que el ahora Papa emérito hacía, donde “lectores no creyentes podían leer con provecho y a menudo —a mí me ha ocurrido— turbación”.

¿Qué es el cristianismo?

Imaginemos el mundo como una inmensa llanura, en la que innumerables grupos humanos se afanan bajo la dirección de sus ingenieros y arquitectos, con proyectos de formas dispares, en construir puentes de mil arcos que sirvan de enlace entre la tierra y el cielo, entre el lugar efímero de su morada y la «estrella» del destino. La llanura está atestada de un sinfín de obras en las que se desarrolla un febril trabajo. En un determinado momento llega un hombre, abarca con la mirada todo ese intenso trabajo de construcción y, llegado un punto, grita: “¡Parad!”. Poco a poco, empezando por los que se hallan más cerca, todos van suspendiendo el trabajo y le miran. Él dice: “Sois grandes, y nobles; vuestro esfuerzo es sublime, pero triste, porque no es posible que consigáis construir el camino que una vuestra tierra con el misterio último. Abandonad vuestros proyectos, soltad vuestras herramientas; el destino se ha apiadado de vosotros. Seguidme, el puente lo construiré yo; de hecho, yo soy el destino”.

Intentemos imaginar la reacción de toda esa gente ante semejantes afirmaciones. En primer lugar los arquitectos, los maestros de obra, los mejores oficiales institivamente se encontrarán diciendo a sus obreros: “No detengáis el trabajo; ánimo, volvamos a la obra. ¿No os dais cuenta de que este hombre es un loco?”. “Cierto, está loco”, respondería como eco la gente. “Se ve que está loco”, comentarían reemprendiendo el trabajo según la orden de sus jefes. Solamente algunos no apartan de él la mirada, están hondamente impresionados; no obedecen como la masa a sus jefes, se acercan a él y le siguen.

Bien, esta forma fantástica resume lo que ha sucedido en la historia, lo que sucede en la historia todavía.

(extraído de “Los orígenes de la pretensión cristiana”, de Luigi Giussani).

Esta historia parece una locura: el misterio, el destino, eso que universalmente las religiones han llamado “Dios”, habría entrado en el tiempo, en nuestro tiempo, en nuestra historia, y nos habría hablado en términos comprensibles.

En este punto, al encontrarnos ante semejante hipótesis, es donde vemos de qué está hecha nuestra razón. Nos podemos hacer dos tipos de preguntas. La primera es: “¿es razonable que esto haya pasado, es decir, que Dios haya intervenido?”. La segunda pregunta es: “¿es verdad que esto ha sucedido?”. Son dos posturas totalmente distintas. La primera considera a la razón como la medida de todas las cosas. Para la segunda postura la razón es una ventana abierta a toda la realidad.

La Belleza se ha hecho carne

“Y con el nuevo / comienzo de mi día oscuro, incierto, / te supuse de paso en esta tierra. / Pero nada existe en este suelo / que a ti se te asemeje”
(G. Leopardi, poeta italiano).

Comparto este fragmento de unos textos que estuve leyendo estos días:

[…] Un día, don Gaetano Corti, su profesor de Religión en el seminario, explicó la primera página del Evangelio de san Juan: «En un momento dado dijo: “Veis: ‘el Verbo se ha hecho carne’ quiere decir que ‘la Belleza se ha hecho carne’, ‘la Justicia se ha hecho carne’, ‘la Verdad se ha hecho carne’. Belleza, Justicia y Verdad eran un hombre, nacido de una mujer, que caminaba por los caminos de este mundo”. Para mí fue como un rayo, como una fulguración. Yo siempre había estado enamorado de Leopardi. En una poesía que siempre me había gustado, A su dama, Leopardi se dirige a la Mujer con “M” mayúscula, a la Belleza con “B” mayúscula. Y dice con pasión: “Y con el nuevo / comienzo de mi día oscuro, incierto, / te supuse de paso en esta tierra. / Pero nada existe en este suelo / que a ti se te asemeje”. Y dice también: “Ya no tengo esperanza / de contemplarte viva, / si ya no fuese que, solo y desnudo, / por otra vía y hacia extraña estancia / vaya mi espíritu”. Comprendí de golpe, en aquella fulguración, que “el Verbo se ha hecho carne” era el vuelco completo de aquella tristeza. Era el anuncio de que esta Belleza se encuentra “de verdad” por los caminos de este mundo». Quid est veritas? Vir qui adest. (“¿Qué es la verdad? Un hombre que está entre nosotros”. San Agustín).

Qué hermoso ha sido leer esto, de Luigi Giussani.

¿Qué es la amistad?

Hace un tiempo escribí un post sobre un gran libro de un escritor que me fascina, C. S. Lewis, llamado Los cuatro amores. Hoy es un día para escribir algo sobre uno de esos cuatro amores.

Lewis es un tipo que escribe claro, a cuestiones no muy fáciles de explicar, las aborda con gran maestría y con sencillez al mismo tiempo. Por lo menos es lo que yo percibo al leerlo, aunque no soy el único que opina lo mismo.

¿Qué es la amistad? ¿quién es un amigo? Este texto que voy a compartir con ustedes puede hacernos replantear esto, y eso es algo que está bueno, tener otros puntos de vista y así enriquecer el nuestro. Ahí va, espero que lo disfruten.
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Esposos “para siempre”

P. – Santidad, somos Fara y Serge, venimos desde Madagascar. […] Los modelos familiares que dominan en Occidente no nos convencen, pero somos conscientes que también muchos tradicionalismos de nuestra África están de alguna manera superados. […] Queremos casarnos y construir un futuro juntos. También queremos que cada aspecto de nuestra vida se oriente a los valores del Evangelio. Pero hablando de matrimonio, Santidad, hay una palabra que nos atrae más que ninguna otra y al mismo tiempo nos asusta: el “para siempre”…

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Pascuas

En este mundo aquellos que me aman
buscan por todos los medios
tenerme atado a ellos.
Tu amor es más grande que el suyo,
Y, sin embargo, me dejas libre.

Por temor a que yo les olvide,
no se atreven a dejarme solo.

Pero los días pasan
el uno detrás del otro
y Tú no te dejas ver nunca.

No te llamo en mis oraciones,
no te tengo en mi corazón,
y, sin embargo, tu amor por mí
espera todavía el amor mío.

Rabindranath Tagore, “Los que me aman”

El sentido religioso

Cuando miro en el cielo arder las estrellas
me digo pensativo:
¿para qué tantas luces?
¿qué hace el aire sin fin, y esa profunda,
infinita serenidad? ¿Qué significa esta
soledad inmensa? ¿Y yo, qué soy?

De esto mismo trata “El sentido religioso”, de don Luigi Giussani, un libro que comencé a leer hace poco: de las preguntas últimas del hombre. ¿Cuál es el significado último de la existencia? ¿por qué existen el dolor y la muerte? ¿por qué vale la pena realmente vivir? Estas preguntas son inmanentes en el hombre.
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