«Los votantes son todos iguales»

Dentro de unos meses, el 22 de octubre, en Argentina habrá elecciones legislativas y antes, el 13 de agosto, serán las PASO, donde los argentinos eligen a los precandidatos a diputados y senadores. Ante una elección, de cualquier naturaleza y más al ser importante para la vida de uno (o de varios, como en este caso), es natural que se evalúen las diferentes alternativas que se tienen, y lo que implicaría inclinarse por una de las opciones en lugar de las otras. Sin embargo, como paso paralelo a todo esto, uno no puede dejar de aprender y cambiar, si es necesario, su forma de evaluar las opciones, y esto se apoya directamente en la experiencia. En el primer caso uno evalúa las opciones (las ofertas laborales, una decisión técnica, la carrera universitaria a seguir, si tener o no tener hijos, los candidatos); en el segundo uno se evalúa a sí mismo (como profesional, como padre, como ciudadano). Sin esta segunda tarea, que es personal, no hay crecimiento.
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Un padre más joven que sus hijos

… Podría observarse lo que quiero decir, por ejemplo, en los niños, cuando descubren un juego o una broma que les proporciona especial alegría. Un niño se golpea rítimicamente los talones a causa de un desborde y no de una carencia de vida. Porque los niños rebosan vitalidad por ser en espíritu libres y altivos; de ahí que quieran las cosas repetidas y sin cambios. Siempre dicen «hazlo otra vez»; y el adulto vuelve a hacerlo aproximadamente hasta que se siente morir. Porque la gente grande no es suficientemente fuerte para regocijarse en la monotonía. Pero tal vez Dios sea bastante fuerte para regocijarse en ella. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: «hazlo otra vez», y cada noche diga a la luna: «hazlo otra vez».

Puede que todas las margaritas sean iguales, no por una necesidad automática; puede que Dios haga separadamente cada margarita y que nunca se haya cansado de hacerlas iguales. Puede que Él tenga el eterno instinto de la infancia; porque pecamos y envejecemos, y nuestro Padre es más joven que nosotros.

(G. K. Chesterton, Ortodoxia).

La ética en el país de los elfos

Cuando lo leía, me acordaba del momento en que le mostré a mi viejo las fotos de nuestro viaje a Potrerillos (Mendoza). «Qué increíble las montañas», me dijo, pensativo, «¿cómo puede ser que estén ahí?». Entonces le comencé a explicar cómo se forman las montañas: por el movimiento de las capas inferiores de la tierra (o algo así). «Sí, pero ¿cómo puede ser que estén ahí?», insistió, para finalmente agregar: «A eso no lo hizo el hombre». En ese momento, me di cuenta de que no había entendido la pregunta. Era el asombro por la realidad lo que me estaba señalando, no los detalles superficiales. Me sentí un poco como alguien que va acompañado a un desierto y encuentra un televisor funcionando con energía solar. Me había puesto a explicar cómo yo creía que funcionaba el sistema, en lugar de asombrarme de que existiera semejante instalación en ese solitario lugar.
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