Hace muchísimo que no posteo. No porque no tenga algo interesante para contar, sino porque el servicio de hosting gratuito que uso, PhpNet.us, estuvo “actualizando su estructura debido a muchos pedidos de hosting”.
Hace un tiempo, en un post de un compañero de la facultad se tocó el tema del aborto. Para los que lo lean, aclaro que en mi segundo comentario me fui de tema, pensando que la conversación había tomado un rumbo que no era. En fin, en uno de los comentarios que él hizo decía algo muy cierto: “Si alguien se declara antiabortista lo tildan de religioso y si usa sotana, es más que suficiente para descalificar todo lo que diga, por más razonable que sea lo que transmita.”
En este post quiero compartir con ustedes unas palabras del periodista Dennis Prager, en el que menciona cinco argumentos no religiosos a favor del matrimonio en vez del “vivir juntos”. Ojalá que estas palabras sirvan para los que piensan que este acto es sólo un “trozo de papel”. Que lo disfruten!
Cinco argumentos no religiosos a favor del matrimonio en vez del “vivir juntos”
Yo siempre he creído que no hay comparación posible entre vivir juntos y el matrimonio. Hay enormes diferencias entre ser esposo o esposa y ser “un compañero”, “un amigo”, o un “compañero sentimental”; enormes diferencias entre un compromiso legal y una asociación voluntaria; entre levantarse ante la sociedad y anunciar públicamente tu compromiso y el vivir, simplemente, junto a otro.
Al asistir a las bodas de dos de mis tres hijos este pasado verano vi las diferencias con más claridad.
Primera diferencia: desde que te casas, ves la relación con más seriedad
No importa lo que pensabas cuando cohabitabas; en el momento en que te casas tu relación con el otro cambia. Ahora has hecho un compromiso con el otro como esposo o esposa delante de casi toda la gente importante de tu vida. Ahora se ven el uno al otro con una luz diferente, más seria.
Segunda diferencia: las palabras sí importan
Las palabras nos afectan profundamente. Vivir con tu “novio” no es lo mismo que con tu “esposo”. Y vivir con tu “amiga” o cualquier otro título que le des no es lo mismo que hacer un hogar con tu “esposa”. Cuando presentas a esa persona como tu esposo o esposa, estás haciendo una afirmación más importante sobre el papel de esa persona en tu vida que con cualquier otro título.
Tercera diferencia: la legalidad sí importa
Estar legalmente atado y ser responsable por otra persona es algo que importa. Es un anuncio para él/ella y para ti de que tomás esta relación con la máxima seriedad. Ninguna palabra de afecto, promesas de compromiso, etc… no importa lo sinceras que sean, pueden igualar la seriedad de un compromiso legal.
Cuarta diferencia: jamás reunirás a tanta gente que te importa
Para ver lo importante que es el matrimonio para la inmensa mayoría de la gente que te importa, piensa en esto: no hay ningún acontecimiento, ninguna ocasión, ningún momento en tu vida en el que tanta gente que te importa se reunirá en un lugar como en tu boda.
Ni el nacimiento de ninguno de tus hijos, ni un cumpleaños importante, ni la confirmación o la bar-mitzvah de tus hijos… Sólo hay otro momento en que se reunirá en un lugar la mayoría de las personas que aprecias y que te aprecian: es en tu funeral. Pero, a menos que mueras joven, para entonces casi todas las personas que amas mayores que tú ya habrán muerto.
Así que tu boda es la mayor concentración de seres amados de tu vida. Y eso es por una razón: es el momento más grande de tu vida. Un momento así no sucederá jamás si no tienes una boda.
Quinta diferencia: sólo el matrimonio convierte ajenos en familia
Sólo mediante el matrimonio la familia de tu hombre o tu mujer será tu familia. Las dos bodas transformaron a la mujer que estaba en la vida de mi hijo en mi nuera, y transformaron al hombre de la vida de mi hija en mi yerno. E instantaneamente las bodas me convirtieron en suegro, cuando antes era sólo “el padre de su novio/a”. Fue la idea que más me impactó. Ahora yo era pariente de las parejas de mis hijos. Sus parientes y padres se convirtieron en familia. Nada comparable sucede cuando dos personas cohabitan sin casarse.
¿Sólo “un trozo de papel”?
Muchas mujeres llaman a mi programa de radio diciendo que el hombre de su vida no ve razón para casarse. “Sólo es un pedazo de papel”, dicen estos hombres (y ahora algunas mujeres).
Hay dos respuestas a este argumento.
Una es que, de hecho, si “sólo es un pedazo de papel”, ¿qué es exactamente lo que le asusta? ¿Qué teme de un pedazo de papel? O se miente a si mismo y a su pareja, o miente sólo a su pareja porque sabe que no es “sólo un trozo de papel”.
La otra respuesta es la que hemos dado arriba: casarse significa que yo ahora soy tu esposa, no tu co-habitante; ahora soy tu esposo, no tu pareja. Significa que vamos a tener una boda donde la mayoría de las personas vivas que significan mucho para nosotros estarán. Nos comprometeremos. Significa que hemos decidido traer toda esta gente que apreciamos a nuestras vidas. Significa que tenemos obligaciones legales el uno con el otro. Significa que mi familia se hace la tuya, y la tuya será la mía.
Gracias a Dios mis hijos, de 30 y 23 años, decidieron casarse. Sus parejas ahora son mi nuera y mi yerno. Son míos para que los ame, no sólo personas que aman mis hijos.
Cuando te das cuenta de que todo esto se consigue al casarse y no se consigue viviendo juntos sin casarse, te preguntas por qué alguien voluntariamente eligiría no casarse con la persona con quien desea vivir para siempre.
A menos, claro, que uno de los dos realmente no esté haciendo planes para siempre.