Una excepción

(Me encontré con este borrador de hace unos años atrás, cuando la idea de Milei presidente de Argentina era casi un disparate).

Me crucé con la entrevista de Luis Novaresio a Javier Milei. En los primeros minutos el periodista se interesa por el amor del economista a su perro (“mi hijo”); dice que cuando estuvo mal, cuando estuvo literalmente tirado en el piso, su perro fue el único que no lo pateó (o sea, los hombres lo abandonaron, pero no su animal).

Estas cosas me hicieron acordar a una idea del príncipe de las paradojas, y con esta idea, a que tengo una cerveza en la heladera.

Sea lo que sea el ser humano, constituye una excepción. Si no es la imagen de Dios, entonces es una excrecencia del polvo. Si no es un ser divino que cayó del cielo, no puede ser sino un animal que perdió la cabeza. […] El ser humano es siempre algo peor o algo mejor que un animal, y el mero argumento de la perfección de éste no lo afecta. En el sexo, ningún animal es caballeroso u obsceno. Tampoco ningún animal ha inventado nada tan malo como la embriaguez… ni tan bueno como el beber. (G.K. Chesterton)

Ese culto del trabajo bien hecho

Qué bueno fue leer esto, de Charles Péguy, sobre el trabajo. Es una mirada tan nueva hoy, y sin embargo tan antigua. Es así, tal cual. Porque mi viejo y mi vieja me comunicaron lo mismo. Porque sus viejos, mis abuelos, les comunicaron lo mismo.

Justo hoy lo leo, domingo. No se puede arrancar la semana, empezar el lunes, sin un renovado entusiasmo.

Se crea o no, nosotros hemos sido criados en el seno de un pueblo alegre.

Se crea o no, es lo mismo, hemos conocido obreros que tenían ganas de trabajar. Hemos conocido obreros que, al despertar, sólo pensaban en el trabajo. Se levantaban en la mañana —y a aquella hora— cantando con la idea de ir al trabajo. Y cantaban a las once, cuando se preparaban para comer su sopa. En el trabajo estaba su alegría y la raíz profunda de su ser. Y la razón misma de su vida.

Hemos conocido ese culto del trabajo bien hecho perseguido y cultivado hasta al escrúpulo extremo. He visto, durante toda mi infancia, empajar sillas con el mismo idéntico espíritu, y con el mismo corazón, con los cuales aquel pueblo había tallado las propias catedrales.
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Las estatuas vestidas y los hombres desnudos

Hoy leía la opinión de Mario Vargas Llosa sobre «la decisión del gobierno italiano de tapar las figuras desnudas en los Museos Capitolinos durante la visita del presidente iraní», y así «no incomodar a su huésped, Hasan Rohani», que venía acompañado de varios empresarios para firmar unos contratos por 17.000 millones de euros. En una parte el premio Nobel dice:

Se trata, en verdad, de una actitud vergonzante y acomodaticia que parece dar la razón a los fanáticos que, en nombre de una fe primitiva, obtusa y sanguinaria, se creen autorizados a imponer a los otros sus prejuicios y su cerrazón mental, es decir, aquella mentalidad de la que la civilización occidental se fue librando -y librando al mundo- a lo largo de una lucha de siglos en la que cientos de miles, millones de personas se inmolaron para que prevaleciera la cultura de la libertad […]

Pero fue en nuestra civilización occidental, precisamente en la entrega del Balón de Oro, donde recientemente fuimos testigos de la ridícula censura de la FIFA en el video de Neymar, cuando festejaba el título de la Liga de Campeones. Y el argumento fue el mismo que usó el gobierno italiano: «el respeto» hacia el otro, un supuesto otro que no tolera ver una vincha con el texto “100% Jesús” en la frente de un jugador.

«Nuestra cultura», dice el escritor peruano en el artículo, «es lo que somos, nuestra mejor credencial, no hay razón alguna para ocultarla. Al revés: hay que lucirla y exhibirla». Pero si esto es así para «la cultura», nuestra cultura, cuánto más para el propio yo que muchas veces expresa su deseo y su búsqueda de felicidad, y la alegría de haber encontrado una respuesta, en un gesto religioso. Esto es más mío que la cultura. Y de hecho, gracias a estos gestos públicos yo también he encontrado respuestas. El falso respeto nos hace ser ridículos. Vestimos a las estatuas y les pedimos a los hombres que se desnuden.

Abrir los ojos

—El gato era un gato común, sin más. Los demás esperaban ver una bestia fabulosa, y eso fue lo que vieron. […]
—Tú viste lo que había allí —contestó Arya tras meditar un instante.
—Exacto. Abrir los ojos es lo único necesario. El corazón miente y la mente engaña, pero los ojos ven. Mira con los ojos. Escucha con los oídos. Saborea con la boca. Huele con la nariz. Siente con la piel. Y no pienses hasta después, y así sabrás la verdad.
—Bien —sonrió Arya.
Syrio Forel también se permitió sonreír.

El camino

Que bueno fue leer esto hoy. Abajo les dejo un resumen con algunas citas, pero el texto completo está en este enlace.

«”Existe un punto de llegada, pero ningún camino” (Kafka). Es innegable: hay algo ignoto. Los geógrafos antiguos trazaban prácticamente una analogía entre lo ignoto y la famosa “terra incognita” que cerraba sus grandes mapas; en los márgenes del pergamino señalaban: tierra desconocida. En los márgenes de la realidad que el ojo abarca, que el corazón siente, que la mente imagina hay algo ignoto. Todos lo sienten. Todo el mundo lo ha sentido siempre».

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Sin nostalgia de grandeza

Con estas palabras de Julián Carrón y San Agustin, arranco la semana con todo.

El cristianismo es la exaltación de la realidad concreta, la afirmación de lo carnal, el anuncio de la encarnación; tanto que Romano Guardini puede decir que no hay ninguna religión más materialista [es decir, vinculada con la realidad concreta, a la carne] que el cristianismo. El cristianismo otorga valor a las circunstancias concretas y sensibles, por lo cual uno no tiene nostalgia de grandeza cuando se ve ceñido a lo que le toca hacer: lo que tiene que hacer, por pequeño que sea, es grande, porque ahí vibra la Resurrección de Cristo. Estamos “inmersos en el gran Misterio”.

Julián Carrón

Si tu deseo está siempre ante él [el Misterio], él, que ve en lo secreto, te recompensará. Tu deseo es tu oración [tu petición]; si tu deseo es continuo, continua es también tu oración. Si no quieres dejar de orar, no ceses de desear.

San Agustín

«Me siento de nuevo hombre»

¿Quién dijo esto?

Me siento de nuevo hombre porque experimento una gran pasión. La multiplicidad de cosas en que nos envuelve el estudio y la cultura moderna, y el escepticismo con que necesariamente estamos llevados a criticar todas las impresiones subjetivas y objetivas, están hechos aposta para hacernos a todos pequeños y débiles y quejumbrosos e irresueltos. Pero el amor, no por el hombre de Feuerbach, no por el metabolismo de Moleschott, ni por el proletariado, sino el amor por la amada, por ti, hace del hombre nuevamente un hombre.

Es de una carta de Karl Marx a su mujer, el 21 de junio de 1856. Me gustó mucho. Y el comentario de Giussani sobre el texto citado: «El hombre concebido abstractamente se revela, pues, como una gran ilusión, porque con quien hay que vivir es con uno mismo y con las propias exigencias».

Un padre más joven que sus hijos

… Podría observarse lo que quiero decir, por ejemplo, en los niños, cuando descubren un juego o una broma que les proporciona especial alegría. Un niño se golpea rítimicamente los talones a causa de un desborde y no de una carencia de vida. Porque los niños rebosan vitalidad por ser en espíritu libres y altivos; de ahí que quieran las cosas repetidas y sin cambios. Siempre dicen «hazlo otra vez»; y el adulto vuelve a hacerlo aproximadamente hasta que se siente morir. Porque la gente grande no es suficientemente fuerte para regocijarse en la monotonía. Pero tal vez Dios sea bastante fuerte para regocijarse en ella. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: «hazlo otra vez», y cada noche diga a la luna: «hazlo otra vez».

Puede que todas las margaritas sean iguales, no por una necesidad automática; puede que Dios haga separadamente cada margarita y que nunca se haya cansado de hacerlas iguales. Puede que Él tenga el eterno instinto de la infancia; porque pecamos y envejecemos, y nuestro Padre es más joven que nosotros.

(G. K. Chesterton, Ortodoxia).