Fin de semana espiritual en Calamuchita

El sábado 18, domingo 19 y lunes 20 estuve en Calamuchita con mi comunidad, en un retiro espiritual. El lugar es impresionante: el arroyo, las sierras, el aire, el verde… increíble. De todas formas no me voy a detener en describir el lugar (después subo las fotos), ni todo lo que hicimos con lujo de detalles.

Hablamos principalmente de una Persona: El Espíritu Santo. Me encantó como íbamos recorriendo la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) buscando los rastros del, como lo llama Juan, Paráclito, que significa consolador, intercesor, intérprete, etc.

¿Cuántos de ustedes tienen esa visión de cura como alguien aburrido, duro, cerrado en sus creencias y hasta amargado? Bueno, realmente el padre Germán, nuestro pastor, es un tipo muy especial. Es joven y tiene una forma de hacer llegar lo que dice. Cuando habla, se lo nota totalmente convencido en lo que cree. Fue uno de los responsables de cambiar totalmente mi visión sobre la Iglesia.

Una de las cosas que más me gustaron fue cuando Germán nos hizo leer, en la Biblia, la primera carta a los Corintios:

El que se queda al nivel de la psicología no acepta las cosas del Espíritu. Para él son tonterías y no las puede apreciar, pues se necesita una experiencia espiritual. En cambio el hombre espiritual lo juzga todo, y a él nadie lo puede juzgar. ¿Quién ha conocido la forma de pensar del Señor y puede aconsejarle? Y precisamente nosotros tenemos la forma de pensar de Cristo. 1 Cor 2, 14-16.

También vean esta definición de lo que es la fe:

La fe es aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver. (Heb 11,1).

Si le cuento a alguien que uno de los carismas del Espíritu Santo es el don de lenguas u oración en lenguas, y esta persona sólo “se queda al nivel de la psicología”, entonces “…Para él son tonterías y no las puede apreciar, pues se necesita una experiencia espiritual”. Veamos qué es, entonces, el don de lenguas:

La Biblia nos habla de un carisma del Espíritu Santo que no siempre entendemos bien. Es una especie de oración en lenguas. ¿De qué se trata?

San Pablo explica que se trata de una forma de expresión que sirve sólo para comunicarse con Dios, no para comunicarse con los demás, que no pueden comprenderlo (1 Cor 14,2). Pero además, la misma persona que usa esta forma de expresarse no puede comprender con su mente lo que dicen sus palabras (“Cuando oro en lenguas, mi espíritu reza, pero mi entendimiento queda inactivo”. 1 Cor 14, 14). Sin embargo esta oración produce frutos, edifica realmente a la persona (“El que habla en lenguas se fortalece a sí mismo…”. 1 Cor 14, 4), y en su espíritu es una verdadera oración, aunque la mente no comprenda (1 Cor 14, 14).

¿Qué significa esto? Que a veces cuando nos entregamos a la oración, el Espíritu Santo puede regalarnos una experiencia de profunda comunicación con Dios y de liberación interior, porque nos permite expresar lo que hay en lo profundo del corazón sin tener que usar palabras comprensibles, sin necesitar armar frases o buscar palabras adecuadas. De hecho, es lo que sucede cuando suspiramos, cuando lloramos, cuando gemimos, etc. Alguna vez es necesaria esta liberación de las cosas más profundas del corazón en la presencia de Dios…

Es ciertamente una experiencia que nos ayuda a aflojar nuestro interior cargado y nos permite relativizar por un momento la importancia de las cosas que nos agobian, nos aturden, nos angustian. Pidamos al Espíritu Santo que nos regale esa experiencia liberadora.

Ciertamente, para alguien que no ha tenido una experiencia espiritual, esto es absurdo. No estoy diciendo que no crea que haya pasado, sino que hasta lo podría llegar a ver, pero siempre habrá otra “razón” que lo explica.

El año pasado leí un artículo del padre Raniero Cantalamesa, predicador del Papa, en donde hablaba sobre un, en ese entonces nuevo libro que había salido en Italia: Investigaciones modernas sobre Jesús de Nazaret. Los autores del mismo no eran, ciertamente, creyentes, y atacaban la versión de la historia relatada por los Evangelios. En un momento Cantalamesa dice:

…Al final de la lectura, uno se pregunta: ¿cómo lo hizo Jesús, que no trajo absolutamente nada nuevo respecto al judaísmo, que no quiso fundar ninguna religión, que no realizó ningún milagro ni resucitó más que en la mente alterada de sus seguidores, cómo lo hizo, repito, para convertirse en «el hombre que ha cambiado el mundo»? Una cierta crítica parte con la intención de disolver estos ropajes puestos a Jesús de Nazaret por la tradición eclesiástica, pero al final el tratamiento se revela tan corrosivo que disuelve hasta a la persona que está bajo ellos.

A fuerza de disipar los «misterios» sobre Jesús para reducirle a un hombre ordinario, se acaba por crear un misterio aún más inexplicable. Un gran exegeta inglés, hablando de la resurrección de Cristo, dice: «La idea de que el imponente edificio de la historia del cristianismo sea como una enorme pirámide situada en vilo sobre un hecho insignificante es ciertamente menos creíble que la afirmación de que todo el acontecimiento -el dato de hecho más el significado inherente a él- haya ocupado realmente un lugar en la historia comparable al que le atribuye el Nuevo Testamento» (Ch. H. Dodd).

Retomando lo que decía San Pablo en 1 Cor 2, 14-16, en la “letra chica” de la Biblia, hay un comentario excelente con respecto a esta lectura:

El hombre espiritual lo juzga todo y a él nadie lo puede juzgar. El que ve no puede convencer a un ciego de que existen los colores. Sin embargo los ve y sabe con certeza que si el otro no los ve, no es porque los colores no existan. Lo mismo ocurre con el hombre «espiritual» con respecto al que no lo es.

Germán nos habló sobre el hombre, mas o menos con estas palabras: “El hombre es mente, cuerpo y espíritu. No hay que descuidar ninguna de las tres cosas: ¿Ir todo el día al gimnasio? Mal. ¿Estudiar todo el tiempo? Mal. ¿Rezar las 24 horas? Mal. Hay que atender a todas”.

Si llegaste con la lectura hasta acá, entonces el tema te interesa, por lo menos un poco. ¿Qué esperas para empezar a darle un poquito más de importancia a tu alma, a tu espíritu?

Germán nos mencionó tres preguntas muy interesantes, que tienen alguna relación con la filosofía que no recuerdo: ¿De dónde venimos? ¿Quienes somos? ¿Hacia dónde vamos?

Como dice Germán al finalizar algunas de sus frases: “El que quiera entender, que entienda”.