The Screwtape Letters

… o Cartas del Diablo a su sobrino. Es una obra de C. S. Lewis, escritor inglés y autor, entre otras, de “Crónicas de Narnia”, “Más allá del planeta silencioso”, “Mero cristianismo”, etc. Fue un gran amigo de J.R.R. Tolkien.

Lewis fue ateo por varios años, hasta convertirse al cristianismo anglicano. En aciprensa lo describen como una de esas personas que “dado que entendían de qué estaban hablando, no se escondían en lenguajes retorcidos y tenían el buen hábito de escribir claro”.

La obra del título del post se compone de una serie de cartas que Escrutopo (un diablo adulto y con experiencia) escribe a Orugario (uno joven, principiante). En las mismas le da indicaciones sobre cómo perder a su “paciente” (un hombre; todos los hombres tienen asignado un diablo bajo su “responsabilidad”) y alejarlo del Enemigo (o sea, Dios).


Al principio de la Carta I escribe:

Tomo nota de lo que dices acerca de orientar las lecturas de tu paciente y de ocuparte de que vea muy a menudo a su amigo materialista, pero ¿no estarás pecando de ingenuo? Parece como si creyeses que los razonamientos son el mejor medio de librarle de las garras del Enemigo. […]

En la misma carta le insiste en no dejar que el paciente se sorprenda con todo lo que tiene alrededor, o sea, sugiere, como dice textualmente, insistir en la normalidad de las cosas. Qué cierto es esto… a veces nos levantamos temprano, estudiamos o trabajamos, y realizamos todas las actividades del día, como si toda esta vida fuese algo normal sin nada de especial.

Después de algunas explicaciones, Escrutopo concluye:

[…]
¿Empiezas a coger la idea? Gracias a ciertos procesos que pusimos en marcha en su interior hace siglos, les resulta totalmente imposible creer en lo extraordinario mientras tienen algo conocido a la vista. No dejes de insistir acerca de la normalidad de las cosas. Sobre todo, no intentes utilizar la ciencia (quiero decir, las ciencias de verdad) como defensa contra el Cristianismo, porque, con toda seguridad, le incitarán a pensar en realidades que no puede tocar ni ver. Se han dado casos lamentables entre los físicos modernos. Y si ha de juguetear con las ciencias, que se limite a la economía y la sociología; no le dejes alejarse de la invaluable “vida real”. Pero lo mejor es no dejarle leer libros científicos, sino darle la sensación general de que sabe todo, y que todo lo que haya pescado, en conversaciones o lecturas es “el resultado de las últimas investigaciones”. Acuérdate de que estás ahí para embarullarle; por como habláis algunos demonios jóvenes, cualquiera creería que nuestro trabajo consiste en enseñar.

Las palabras de Lewis son muy profundas. Es un libro, a mi manera de ver, para leerlo y releerlo. Para analizar y reflexionar sobre las cosas que a veces uno hace o deja de hacer sin darse cuenta, pero que son responsabilidad nuestra evitarlas o llevarlas a cabo, y más siendo cristianos.

En una de las cartas, Escrutopo le explica a Orugario que, haga lo que haga, siempre habrá benevolencia y maldad en el alma del paciente. Por eso debe ver a su hombre como un conjunto de círculos concéntricos: en el interior está la voluntad, en el medio el intelecto y afuera la imaginación. Debe intentar llevar todos los pensamientos y acciones buenas lo más afuera posible, o sea en el campo de la imaginación o lo irreal, y en el interior, en lo real, en la voluntad, lo malo.

En otra de sus cartas habla del tiempo: el pasado, el presente y el futuro. Define al presente como “el punto en el que el tiempo coincide con la eternidad”. Por eso, dice a Orugario, “nuestra tarea consiste en alejarles de lo eterno y del presente”. Sugiere, enérgicamente, hacer que el paciente no tenga en cuenta este tiempo. Incluso también pone en duda el hacer vivir al hombre en el pasado, ya que tiene un valor limitado (para los diablos, claro está), porque aportan algunos “conocimientos reales”. Entonces, concluye, es mucho mejor hacerlo vivir en el futuro, ya que es algo que todavía no existe, y por lo tanto irreal. El futuro, dice, es “de todas las cosas, la menos parecida a la eternidad. Es la parte más completamente temporal del tiempo, porque el pasado está petrificado y ya no fluye, y el presente está totalmente iluminado por los rayos eternos”. Finalmente concluye:

[…] Queremos toda una raza perpetuamente en busca del fin del arco iris, nunca honesta, ni gentil, ni dichosa ahora, sino siempre sirviéndose de todo don verdadero que se les ofrezca en el presente como de un mero combustible con el que encender el altar del futuro.