Dios si, Iglesia no

Antes de anoche despedimos el 2010, como siempre, en la casa donde vivían mis abuelos. Fue una linda reunión, donde pude conversar con tíos y primos a los que no veía hace tiempo.

A veces en nuestras reuniones familiares se habla de religión, política, y en menor medida, de fútbol. Todos los temas que Don Luis siempre evita en sus cuentos. Todos discuten y dan sus puntos de vista. Hay mucha pasión, aunque también respeto.

En esa noche uno de los presentes dijo algo así como “Yo le creo al de arriba”, señalando el cielo, “pero no a los curas”. No es una opinión para nada nueva, pero igual me dejó pensando un poco.

Es entendible. Las personas se equivocan y, para alguien que cree en Dios, puede resultar un poco difícil aceptar la palabra de una de ellas como la voluntad de “el de arriba”. Y más todavía cuando conocemos casos de sacerdotes que no siguen lo que la institución a la que pertenecen enseña, o incluso y más grave, que llegan a cometer crímenes. Entonces la conclusión práctica es que “el de arriba” no tiene intermediarios, y nosotros debemos comunicarnos con él directamente.


De todas formas a mí me gustaría detenerme en un punto en particular. Concretamente, la pregunta que se me viene a la mente es: ¿qué significa que yo le creo únicamente “al de arriba”? ¿qué le creo? ¿qué dice? Algún ejemplo concreto podría ser: “Ámense los unos a los otros” (Juan 13, 34). Pero, ¿de dónde sacamos que El dijo eso? ¿quién nos dijo que esa es su voluntad, o es más, quién dice que el libro entero de Juan es palabra inspirada por Dios, o incluso que toda la Biblia lo es?

Los que afirmaron, afirman y seguirán afirmando esto son personas. Pensemos en todas las cosas que aceptamos como verdaderas. La gran mayoría de ellas las hemos recibido de otras personas, como nuestros propios padres. Al creerles, confiamos en los conocimientos que ellos mismos han adquirido. Vivimos de creencias[1]:

El hombre no ha sido creado para vivir solo. Nace y crece en una familia para insertarse más tarde con su trabajo en la sociedad. Desde el nacimiento, pues, está inmerso en varias tradiciones, de las cuales recibe no sólo el lenguaje y la formación cultural, sino también muchas verdades en las que, casi instintivamente, cree […]

Pienso que “Yo le creo al de arriba” significa “Yo soy el que dice qué es lo que el de arriba quiere”. Dios queda prácticamente mudo. Por supuesto que así la religión es mucho más fácil y cómoda. Es poco probable que “el de arriba” “quiera” algo contrario a lo que yo pienso, que me cuestione y me haga dudar de mis convicciones. Esto se transforma en una religión que, en realidad, no me dice nada. Chesterton decía al respecto:

Nosotros realmente no queremos una religión que tenga razón cuando nosotros tenemos razón. Lo que queremos es una religión que tenga razón cuando nosotros estamos equivocados.