Acabo de leer un interesante artículo de Gary Becker, premio Nobel de economía en 1992, sobre la crisis demográfica que afecta a varios países. Se titula “Faltan niños”, y se puede ver en este enlace.
En mi humilde opinión, y coincidiendo en parte con el pesimismo de Becker, ningún subsidio puede hacer que unos potenciales padres “gasten” su vida en criar niños. No creo que sean suficientes los incentivos de tipo económico, sencillamente porque la vida es más valiosa que el dinero. Creo que hacen falta motivos más profundos, aquellas razones reales que tienen que ver con la vida misma. Yo creo que casarse y tener hijos hace mi vida más grande, hace que me enfrente a más situaciones, que desarrolle aptitudes mías que de otra forma sería imposible. Es algo que ya vengo experimentando a menos de un año de estar casado. Me imagino lo que debe ser con hijos.
Casarse es lanzarse a una aventura. Si no hay certezas de fondo, puede ser una locura hacerlo, pero si las hay y son las adecuadas, es algo que embellece la vida. Por supuesto que hay otras opciones de vida, pero si uno “está hecho” para esto y no se anima, es como quedarse encerrado en la casa, con miedo a salir o por aburrimiento, como estuvo a punto de hacer Bilbo ante la invitación de Gandalf y los enanos (ya se, es una historia de ficción, sí, pero con muchísimas situaciones humanas bien reales). Casi prefiere los platos de su madre y una vida cómoda y aburrida, en lugar de una aventura que al final lo transforma completamente, y que hizo que su vida sea, por así decir, más abundante.
Al menos estas son mis razones de fondo.